By | abril 29, 2020

Los últimos días del modelo virtual obligado me recuerdan a un combate MMA (Mixed Martial Arts). Aunque en estos combates parece que todo vale, hay unas reglas bien establecidas para asegurar un combate justo (reglas UFC). No estoy seguro que las reglas definidas en educación, antes, durante y después del confinamiento, sean así de justas en cuestiones de privacidad de la identidad de las y los estudiantes.

Leo a Fernando Trujillo en su última entrada «Responsabilidad y agencia en Educación«. Expone que la solución adoptada por el Estado a los problemas de responsabilidad educativa pasa por no asumirla y normalizar la autonomía de centros. Con afán de ofrecer un poco más de luz a la situación educativa y de privacidad, hace poco más de una semana me pronuncié en una entrevista con las siguientes palabras: «el escenario actual de autonomía de centro ha generado una reacción de sálvese quien pueda». Quizás el sálvese quien pueda viene dado por los motivos que apunta Trujillo.

Hemos vivido unas semanas de pánico debido a una situación abrumadora. Pocas o casi inexistentes directrices centralizadas, y mucha autonomía de centro sin recomendaciones concretas. En cuestión tecnológica, se ha elegido el camino de lo conocido y funcional, antes del por conocer y quizás mejor, no sea que entremos de watemala a watepeor. En twitter publiqué la frase «Viviendo la era del currículum con tecnología entra«. El currículum con tecnología entra. Como sensación generalizada, con casos excepcionales, está dando igual qué tecnología, quién esté detrás, qué datos personales se recolectan, tratan, y en qué manos terminan.

En esta semana se han intentado salvar los barcos, tanto en cuestiones de pedagogía como de tecnología. Y en este intento de salvarlo todo, incluido el currículum a dar en el último trimestre, estamos dejando de lado algo muy importante: la privacidad de los estudiantes.

La privacidad de datos educativos hace referencia a los mismos estudiantes. Un dato digital de estudiante no privado, no confidencial y de no acceso seguro expone la identidad real del estudiante. Y lo expone para siempre. Sin entrar en detalle en el discurso del miedo, ya sabemos qué se puede llegar a hacer con un perfil con solo leer sobre el caso Cambridge Analytica o con los tuits de Manuela Battaglini.

En otro orden de cosas futuras, aún no sabemos qué puede pasar con perfiles construidos desde etapas tempranas o educación primaria. Esto es un nuevo contexto. Pensar en esta nueva situación puede inducir a una «parálisis por análisis». No conocemos las consecuencias absolutas. Descartamos la incertidumbre máxima y reducimos el problema de la privacidad a un cálculo sencillo y balanceado de pros y contras. En resumen, se ha adoptado el lema «ahora toca salvar los barcos, usemos la tecnología que ya conocemos o está de moda, luego ya veremos qué pasa con los pasajeros y cómo lo arreglamos».

Necesitamos parar, reflexionar, debatir en profundidad y sopesar cómo las acciones docentes y de centro van a afectar a la privacidad del alumnado. La ley, como el RGPD en cuestiones de seguridad y privacidad, se está usando como paraguas y excusa de aplicación de todo tipo de herramientas, sin entrar en detalles éticos -ya no digo morales-.

El RGPD tiene efecto directo en Europa, ¿qué pasa cuando se transfieren datos educativos a países fuera de ella? La ley nos da un marco de actuación legal, la ética uno de comportamiento. Es en ambos marcos donde podemos empezar a proteger las identidades de nuestros alumnos. Cuando la ley es la nueva ética, la ética se convierte en opinión. Y cuando la ética es una mera opinión es muy probable que se deje de lado en el uso de tecnología educativa.

En absoluto estoy diciendo que debemos dejar de utilizar tecnología que recolecta datos de nuestros alumnos. En absoluto estoy diciendo que debemos parar el sistema. No obstante, hay que comprender la privacidad digital como una cuestión relativa, muy subjetiva, y que en el caso de los alumnos está subyugada a las decisiones de los docentes y centros educativos.

En un momento de traspaso, en que estamos cambiando nuestras prioridades, donde la privacidad de los estudiantes debe ser un debate prioritario, podemos y debemos actuar de distinta forma. La ley ya pondrá las cosas en orden cuando sucedan cosas que no nos gusten. De mientras, lxs docentes y los centros educativos podemos hacer pequeños cambios muy poderosos para salvaguardar y proteger la identidad de los estudiantes para cuando sucedan cosas que no nos gusten.

En las dos siguientes infografías trato de ayudar a esclarecer cómo podemos cambiar nuestros hábitos en el aula para mejorar la privacidad y proteger la identidad de lxs estudiantes y sus datos personales.

Cuerpo docente: ¿Cómo debo proteger la identidad y datos personales de mi alumnado en el uso de herramientas, medios digitales e Internet?

Equipo directivo: ¿Cómo debo proteger la identidad y datos personales del alumnado en el uso de herramientas, medios digitales e Internet?