En educación prima la idea de que lo cuantitativo es profano, que la educación es cualitativa, que el aprendizaje no se puede medir y que intentar comprender a los alumnos mediante números no aporta valor al sistema educativo… ¿Y no es cierto que al final debemos poner una calificación numérica? Puede que algunos puntúen con letras, A es excelente, F es suspenso… ¿No es esto una misma taxonomía que las calificaciones del 1 al 10, o del 0% al 100%?
¿De qué estamos hablando cuándo queremos tratar la educación de manera cuantitativa? A mi anterior post «Cómo la Cultura del análisis del aprendizaje nos ayuda a personalizarlo (I)» me remito cuando digo que el prisma cuantitativo se refiere a la analítica del aprendizaje, con fines iguales que el cualitativo. Los intentos de comprender los comportamientos de los alumnos con métricas, análisis y visualizaciones aportan una visión complementaria a la que estamos acostumbrados. Y digo complementaria, que no substitutiva.
Lo cuantitativo ya no debe verse como aquello distante, tabú y equívoco en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es el estudio cuantitativo del proceso de enseñanza-aprendizaje lo que nos brinda una nueva oportunidad de aprender sobre nuestros alumnos, nuestro contexto y nuestra realidad tecnológica. Podemos mirar hacia otro lado, pero atender a una cultura del análisis del aprendizaje nos abre nuevas posibilidades de comprensión, personalización y extensión del mismo para nuestros alumnos.